Entrevista con Antonio Malagón

Con el impulso de uno de los fundadores de la Escuela Libre Micael comenzamos este curso, recordando los primeros pasos de este hermoso proyecto. Antonio Malagón, quien ha dedicado su vida al colegio, nos comparte recuerdos llenos de entusiasmo, de desafíos y de ideales compartidos. Sus palabras nos llevan a aquel inicio en el que, con ilusión y comunidad, se plantó la semilla de lo que hoy sigue creciendo: una escuela nacida del sueño de ofrecer a los niños una educación viva, plena y humana, donde puedan crecer desarrollando y descubriendo su propio camino.

1. ¿Cómo descubriste la pedagogía Waldorf?

Con esta pregunta me envías casi 60 años atrás, tenía 18 años cuando, inquieto, buscaba por todas partes a personas o entidades que tuvieran relación con la búsqueda y el desarrollo humano. Fíjate que estábamos todavía en pleno franquismo. Hasta 1975 y la llamada “transición” todavía nos tocaba vivir en un sistema y una cultura dictatorial que nos aprisionaba a los jóvenes. En esos años la gente que buscábamos éramos los raros, pero éramos personas con un ideal de transformación de algo que nos comprimía e impedía desplegar nuestras aspiraciones de libertad.

Entonces, tuve una época de mala salud pulmonar y una prima que me visitó me dijo de forma categórica: ¡Antonio, tú no sabes respirar! ¡No sabes respirar! Bueno, pues, ¿dónde puedo aprender a respirar? Y me envió a ver a una señora lituana, llamada Sandra Aiste, que daba clases de yoga. En la época el yoga era algo completamente desconocido. Y fue Sandra la que me condujo hacia la Antroposofía y la pedagogía Waldorf. Ella, que sabía muchísimos idiomas, traducía textos del alemán y del inglés de Rudolf Steiner. Y fue así como nos juntamos algunas personas en círculos de estudio de los libros y conferencias de Rudolf Steiner. Era una época en que todo fuera de lo establecido estaba prohibido.

Así, aquella búsqueda me llevó a descubrir la antroposofía de Rudolf Steiner. Es una forma de concebir al ser humano, que da la base y el sentido a la metodología Waldorf. Es todo un aporte que tiene mucho más que una simple metodología de técnicas. Es un camino de autoconocimiento y desarrollo del ser humano, y del maestro pues sobre esa base se plantean los procedimientos y dinámicas pedagógicas que, con las inspiraciones de los propios alumnos puede brotar una verdadera didáctica creativa. La creatividad en las Escuelas Waldorf surge a partir del trabajo personal y de los encuentros humanos con los compañeros, con los alumnos y con las familias.

2. ¿Cuál fue el impulso de fundar una escuela Waldorf?

A partir de los grupos de estudio de Antroposofía, surgió un grupo de personas entre las que había padres y madres de niños, que queríamos estudiar la pedagogía Waldorf y fundar un jardín de infancia. Allí estuvieron Heidi Bieler, Karen Armbruster, y yo, entre otros. Poco a poco se fue gestando cómo crear un jardín de infancia para los primeros padres deseosos de una educación diferente para sus hijos.

Lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde poder empezar el jardín de infancia. Como en el grupo de estudio de pedagogía Waldorf asistía Gertrudis Armbruster invitamos a visitarnos a su hija Karen que estudiaba para ser jardinera de infancia en Frankfurt. Nos hablaron de un terreno que tenía la familia en la Carretera de La Coruña con una casita de guardeses que estaba semihundida. Fuimos a verla y comprobamos que podía ser un lugar donde hacer el jardín de infancia. Lo primero fue pedir a los cuatro hermanos Armbruster que nos cedieran la casita y 500 metros cuadrados cada uno para establecer el jardín de infancia Micael. Y muy generosamente lo donaron en el año 1976 con lo que se pudieron comenzar las obras de restauración con préstamos y donaciones, y mirar hacia la futura Escuela Libre Micael.

Mientras tanto, yo acabé Historia y Geografía, empecé a hacer el doctorado primero en Madrid y después Barcelona, para hacer el Servicio Militar; y luego seguí en la Universidad de París con con el objetivo de hacer Pedagogía Waldorf en el Centro de Pedagogía Waldorf de Chatou (París). Fue curioso que allí me encontrara con Àuria Gómez Galcerán, maestra de Barcelona que también hacía los cursos Waldorf aunque en otro centro en la otra punta de París. Fuimos los dos primeros españoles en hacer esta formación y fue el comienzo de una continua colaboración profesional hasta hoy. Detrás de mí, en Madrid, seguían la preparación del jardín de infancia mis compañeras Karen y Heidi junto con las primeras familias y amigos.

Los comienzos fueron muy difíciles, sin embargo, entusiastas. El entusiasmo era siempre increíble, alimentado permanentemente por el propio estudio de la Antroposofía, y desde ese camino de conocimiento venía el empeño por crear una comunidad entre maestros y familias. No te puedes imaginar qué lazo teníamos con las primeras familias, qué lazo fraternal. Todo esto fue como un suelo de certezas, de conciencia, para poder seguir adelante con un ideal. El ideal de la educación en pedagogía Waldorf. Con todo este aporte de desarrollo para los maestros, para las familias y siempre en favor de los alumnos.

3. ¿Cuáles fueron los primeros retos?

Te puedo decir que los primeros maestros teníamos esta cosa de “ todos a una”, de alguna manera, ¿no? Y todos en el mismo sentido junto con otras personas que estaban buscando justamente esto y se comprometían. Veíamos como se iban acercando en un movimiento impresionante. Fíjate que empezamos con nueve niños, familias que habían ayudado a construir la casa desde el año 76 hasta el 79 por lo que algunos niños de aquellas familias ya estaban casi para irse al colegio a empezar primaria.

Sin embargo, el 23 de Abril, el día de San Jorge, de 1979, inauguramos El Jardín de Infancia Micael, semilla de la futura Escuela Libre Micael. Uno de los grandes problemas vino porque los permisos estaban en trámite y no teníamos autorización definitiva. Entonces, después de unas semanas o un mes, dijeron que teníamos que cerrar hasta tener los permisos académicos. Y, así, con los trámites más avanzados, el 29 de septiembre, el día de Micael, empezamos de nuevo. Entonces, de 1980 a 1985, empezaron a venir familias de las urbanizaciones cercanas. Y el compromiso de las familias era tal que en cinco años pasamos de nueve niños a ochenta.

No había Internet, no había otra difusión, que de boca a oído, de alma a alma. Unos padres traían a otros. Karen, Heidi y yo dábamos charlas y hacíamos mercadillos y teatrillos donde fuera, centros culturales, casinos de pueblos cercanos... Así, íbamos invitando a familias a acercarse. De esa manera, esas familias fueron trayendo a muchas otras y en el 1985 empezamos a pensar en la escuela de primaria.

Otro gran reto fue animar a otros maestros, amigos y familiares a emprender el camino a París, Londres o Stuttgart, para hacer la especialización en Pedagogía Waldorf. Fueron los maestros que luego se sumarían al equipo de docentes para emprender la Escuela de Primaria.

4. Hay alguna anécdota que quieras compartir.

Cómo conseguimos ampliar el Jardín de Infancia Micael fue una cosa extraordinaria. Pues solo teníamos la casita de arriba, pero había tanta matrícula y tantos niños que querían venir que necesitábamos construir dos aulas más; pero no teníamos dinero. Entonces, surgió la idea de visitar al Director General de la Vivienda. Había visto que en Las Matas había antiguas casas prefabricadas que el Ejército ponía cuando había desbordamientos de ríos y catástrofes con el fin de alojar a las familias afectadas. Eran casas prefabricadas de hierro. Se me ocurrió preguntarle si nos podían ceder dos casitas prefabricadas y, tras un silencio de hielo, dijo que sí, que nos las cedían mientras las necesitáramos. Nos firmó un documento oficial cediendonos las casitas. Y así pudimos acoger a dos grupos de 20 niños. Con lo que, en total, matriculamos alrededor de 80 niños. Todavía se pueden ver en la parte baja del Jardín de Infancia esos dos grupos de niños, gracias a aquella “cesión” que nunca nos han reclamado... porque seguimos necesitándola.

Otra anécdota maravillosa fue que según se aproximaba la construcción de los edificios de primaria, fuimos recibiendo donaciones de material escolar procedente de las escuelas Waldorf de Frankfurt y Munich en las que eran maestras Inga y Gila Armbruster, las hijas de los donantes de los terrenos Eugenio Armbruster y Gertrudis Blecher. Además, mi hermano Santiago que trabajaba en la aduana de Madrid facilitó que el mobiliario de bancos, mesas, pizarras y sillas de segunda mano fuera exento de pagar tasas. Y con el tiempo, muchas de aquellas mesas y sillas, reparadas una y otra vez, fueron cediéndose a los nuevos colegios Waldorf que se creaban en Cataluña, Andalucía y en otras regiones de España.

También fue llamativo como poco a poco iban viniendo más y más familias. Incluso gracias a Guru Maharaji que dijo que la pedagogía Waldorf era muy buena, y tuvimos la llegada de muchos niños de familias afines al gurú. Además hice publicidad en la Cámara de Comercio de Noruega y de Suecia porque sabíamos que allí había Escuelas Waldorf muy apreciadas. Así, familias noruegas y suecas que vivían en Madrid vinieron al colegio. Pero lo que realmente ayudó fueron las recomendaciones de unos padres a otros. Yo he dicho siempre que las familias son las verdaderas embajadoras de la pedagogía de Waldorf. Los maestros estamos en lo nuestro que es cuidar la Escuela, acoger a los alumnos e impartir las clases. Pero los padres son los que llevan el testimonio y contento de sus hijos por doquier y eso era lo que atraía a nuevas familias. No te puedes imaginar la alegría que nos daba la llegada de familias nuevas. Y bueno, es que es toda mi vida, que puedo decir... Me da mucha alegría recordarlo.

5. ¿Qué es lo que más te enorgullece hoy del proyecto que ayudaste a crear?

Pues bueno, la cantidad de colegios que se han creado desde aquella semilla que entre todos, docentes y familias, plantamos. Ahora mismo hay 77 iniciativas pedagógicas de todos los niveles educativos y de Educación Especial en España. También para facilitar que los nuevos maestros y maestras no tuvieran que salir al extranjero para especializarse en Pedagogía Waldorf, creamos un Centro de formación de Pedagogía Waldorf en Madrid, y luego otro en Barcelona y, después en otras ciudades de la península y de Canarias y Baleares. También para crear más lazos entre los docentes de los colegios Waldorf, constituimos la Asociación de Centros Educativos Waldorf de España que acoge a todos los centros educativos del país. Sí, realmente se ve que ha florecido por todas partes, con las características culturales de cada Comunidad de España. Desde Canarias y Baleares al País Vasco, a Cantabria, Galicia, Andalucía, Valencia, a las dos Castillas, a Cataluña, en todas partes, con más o menos facilidad se ha ido desarrollando esta pedagogía.

6. ¿Cómo decides qué es el momento de jubilarte?

Pues fíjate, tengo que decirte una cosa. Estoy convencido que esta era mi tarea de vida. Alargué la jubilación de los 65 a los 70 años, pues lo permitía la ley, y es que cada día cuando iba a las clases de primaria, de secundaria o bachillerato era un chute de alegría: ver como los alumnos cambiaban y, en los mayores, atisbar cómo empezaban a brotar en ellos muchos impulsos de destino, llenos de talentos.

Mii jubilación coincidió con los actos de celebración en España y en todo el mundo del Centenario de la Pedagogía Waldorf. Fue la época del COVID, cuando declararon la pandemia y nos encerraron en las casas. En ese tiempo yo estuve mucho en el colegio porque vivía en los pisos cercanos. En esa soledad y tranquilidad, donde podía recordar y meditar, donde podía asear y mirar sin prisa cada rincón, cada árbol y arbusto del colegio, sentí como un chasquido, me brotó como una certeza interior que me dijo: “Antonio, tu tarea aquí ha acabado”. Sí, claramente, este era mi destino desde que conocí a Sandra Aiste, desde que conocí la Antroposofía sentí que este era el camino que tenía que hacer. Y por eso le dediqué todas las energías, toda la vida.

Siento un inmenso agradecimiento a los compañeros y compañeras y familias pioneras que juntos contribuimos a crear este impulso, mantenido en el tiempo, y tan fructífero para la educación y para la vida de todos. Pero también a los docentes y familias posteriores que vienen haciendo posible que, desde aquel inicio de Jardín de Infancia, se haya llegado al Bachillerato. Y un especial agradecimiento a los cientos de nuestros queridos alumnos y alumnas que tanto nos han ayudado y siguen ayudando cada día para que mejoremos.

¡Los mejores augurios para nuestra querida Escuela Libre Micael! 

 


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