“El sueño de una noche de verano”, EL TEATRO DE LA OCTAVA CLASE

El teatro de la octava clase es parte de la magia que habita en la sabiduría del programa de la Escuela Waldorf.  

La adolescencia es saberse ciudadano del mundo; conocer, cuando el cuerpo crece desde la osamenta, que la fuerza de la gravedad es inmisericorde; descubrir que las emociones viven en nosotros y nos ocupan sin quererlo; sentir que las polaridades nos convierten en péndulos; desconocernos de  repente porque nuestro cuerpo cambia y nuestra voz nos traiciona; entender  que el amor existe en todas sus dimensiones; reconocer el pudor en nuestra mirada y en el rubor; ser vulnerables y fuertes, creativos y conformistas, anhelantes y apáticos. 

Y en este paisaje, nos llega el teatro como herramienta de transformación. Trabajamos la voz para que el mundo sepa de nosotros; activamos la escucha  porque no somos sin los demás; aprendemos a movernos y a sincronizar gesto y voz porque el cuerpo es instrumento del alma; defendemos personajes cercanos y lejanos porque somos plurales y empáticos; cosemos,  bailamos, cantamos porque el arte es caleidoscópico; nos exponemos al  público porque en la mirada de los demás nos construimos. 

Pero todo bajo el paraguas del escenario, que es como la vida. De esta forma nos lo hace entender magistralmente Jacinto Benavente en el final de “Los intereses creados”: 

Y en ella visteis, como en las farsas de la vida, que a estos muñecos, como a los humanos, muévenlos cordelillos groseros (…) Pero entre todos ellos, desciende a veces del cielo al corazón un hilo sutil, como tejido con luz del sol y con luz de luna: el hilo del amor, que a los humanos, como a esos muñecos que semejan humanos, les hace parecer divinos, y trae a nuestra frente resplandores de aurora, y pone alas en nuestro corazón y nos dice que no todo es farsa en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno, y no puede acabar cuando la farsa acaba.(Telón) 

La obra elegida para esta ocasión es “Sueño de una noche de verano” de W. Shakespeare. Una comedia que permite vivir en dos mundos con múltiples prismas: bosque y palacio, noche y día, sueño y vigilia, amor y desamor, mundo elemental de hadas y duendes y mundo artesanal, pasiones y burlas, humor y seriedad. La polaridad necesaria en la adolescencia se verá  satisfecha. Una obra que hunde sus raíces en las verdades más profundas del ser humano, bebiendo de la sabiduría clásica (Plauto, Ovidio…)  permitiéndole al joven, y a cada uno de nosotros, hacerse preguntas verdaderas: ¿Sueño o estoy despierto?, ¿qué es el amor?, ¿qué me dicen los  espejos de mí?, ¿cuántas personalidades hay en mí?...

Y para que estas preguntas sean posibles la obra tiene que ofrecer una imagen completa del ser humano que los jóvenes puedan entender desde el humor y la seriedad: somos muros y palacios (minerales), somos seres del  bosque: hadas y duendes (plantas y fuerzas elementales), somos asnos y leones (instintos y emociones), somos enamoradas, enamorados, reyes, reinas… (seres humanos: yoes) y, sobre todo, somos entre lo onírico y la vigilia, entre lo espiritual y lo material (como Harold Bloom nos indica en su obra “Shakespeare o la invención de lo humano”). 

Polaridad, amor, humor, juego, sentido del destino, máscaras, yoes verdaderos… Esta obra es un regalo para lanzarse al mundo. 

La octava clase B ha trabajado durante tres meses preparando la obra y el  jueves día dos de febrero el trabajo vio la luz por primera vez. Esa mañana las chicas y los chicos llegaron al colegio, al escenario, con sus  dudas, sus nervios, sus seguridades, sus sueños... 

Todo era expectativa y ganas de hacerlo bien. Las primeras horas transcurrieron entre el maquillaje y el vestuario, el deseo de comenzar y un ojalá no llegue. Un círculo mágico de fuerza y confianza en el trabajo realizado, muchos abrazos y complicidades llegando por fin al momento de descorrer el telón con la respiración más controlada y los nervios más cerca del bolsillo. 

La obra comenzó con viveza y luz, los artesanos llenaron de risas el patio de  butacas, las hadas han bailado e iluminado el escenario para deleite de grandes y pequeños, Puck y Oberón jugaron con los enamorados de manera magistral ante los ojos atónitos de los espectadores. 

Después de un viaje de hora y media, que se ha hecho muy corto, nadie de los allí presentes sabía si estaba soñando o estaba despierto. Los aplausos emocionados nos han transportado de nuevo a la cotidianidad. El comentario en el colegio era unánime: las chicas y los chicos de la octava clase B han estado geniales, la obra se nos ha hecho corta, muy corta, ha sido muy divertido, han actuado de maravilla, nos hemos reído muchísimo, es  una obra con mucho amor... 

El recorrido ha pasado por crisis, dudas, ganas de huir, deseos de que  pasara el cáliz..., pero finalmente las alumnas y los alumnos están ORGULLOSOS, SATISFECHOS, FELICES, saben que han podido con ello y,  sin duda, para todos ha merecido la pena. Han soñado estando despiertos y poco a poco lo van descubriendo: “El sueño va sobre el tiempo flotando como un velero. Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño.”(Lorca) .

Autor: Carlos Malagón