“Móviles y ordenadores en las aulas dificultan el aprendizaje”

 

Manfred Spitzer, psiquiatra, investiga los efectos de la tecnología digital en la educación
Como Bill Gates y Steve Jobs, me eduqué mejor sin ordenadores. Soy alemán: la UE debe prohibir los artefactos digitales en los colegios. La tele nos quita más de lo que nos da: se la negué a mis hijos y hoy me lo agradecen. Colaboro con la Obra Social La Caixa y la Fundación Aprender a Mirar.

Usted habla de “demencia digital”: ¿Lleva móvil, doctor?

Claro, porque soy mayor y sé usarlo lo justo, pero los niños no. Por eso no he dejado a mis hijos que lo tuvieran hasta los 18 años y hoy que tienen 20 me lo agradecen.

Si sus hijos lo hubieran podido usar, ¿no serían hoy mejores profesionales?

Hay evidencias científicas de que no. ¿Sabe por qué Bill Gates o Steve Jobs triunfaron?

¿...?

Porque tuvieron una excelente educación analógica que les preparó para ser innovadores.

¿Con ordenadores en sus aulas, smartphones y iPads no hubieran sido aún mejores?

Al contrario, el uso de esos aparatos retrasa la madurez de niños y adolescentes, y les impide concentrarse y aprender. Lo mejor para enseñar es leer, escribir, tomar notas, trabajar con el profesor: ¡eso es tecnología punta pedagógica!

¿Por qué está tan seguro?

Soy psiquiatra y neurocientífico y no doy opiniones, sino que he recogido pruebas durante años sobre los efectos de la introducción de la tecnología digital en las aulas que demuestran que perjudica al aprendizaje.

¿No permiten dedicar el cerebro a otras tareas al liberarlo de la memoria rutinaria?

El cerebro humano no es un disco duro que tiene una capacidad de almacenar X gigas de datos. No funciona así. Al contrario, si usted habla cinco lenguas, le será mucho más fácil aprender otra que a alguien que sólo sepa una.

Cuanto más sabes, más fácil es aprender.

Porque el cerebro no almacena datos, sino que los procesa. Es un conjunto de redes neuronales que, al conectarse, utilizan la información que está en ellas. Por eso, cuanto más cosas sepa usted, más puntos de conexión tiene la red de su cerebro y más fácil es establecer nuevos.

Y, al contrario: cuanto más vacío está un cerebro, más cuesta llenarlo.

Porque el cerebro funciona al revés que la memoria de un ordenador. Si usted sabe matemáticas, le será más fácil aprender física.

¿Usar Google en el cole dificulta a los niños establecer esa base de aprendizaje?

Si usted graba la clase del profesor directamente en un archivo de ordenador, su mente, se lo aseguro, no aprende nada, porque no establece conexiones. Si los chicos usan Google y lo que encuentran no establece relación con lo que ya sabían, tampoco aprenden nada. Necesitan que alguien vaya estructurando lo que aprenden.

Pues invertimos fortunas en ordenado- res escolares, iPads y tecnología digital.

No sólo es tirar el dinero, sino que además es contraproducente. Los niños y adolescentes necesitan un buen educador sobre todo; toda esa tecnología sólo les distrae y les retrasa. Es triste ver niños smombies (zombies con smartphone) aislados de todo mirando su pantallita.

Pero veo que usted lleva un ordenador.

Porque soy un adulto y ya tengo una base que me dio una escuela en la que no tenía ordenadores, pero sí cuadernos, bolígrafos, pizarras y, sobre todo, un buen profesor que fue dándome estructuras sobre las que he ido construyendo lo que sé. Ahora sí que un ordenador y un smartphone me ayudan en tareas rutinarias siempre que no abuse de ellos.

¿Veía usted la tele en casa de niño?

No, y con mis hijos tampoco. Y me lo agradecen: mientras crecían leíamos juntos y comentábamos libros; hablábamos de mil cosas; compartíamos experiencias, y nos hemos ahorrado muchas horas de telebasura. La tele causa obesidad, depresión, insomnio...

Hasta ahora sólo decían que estupidez.

También. Mis hijos han crecido más sanos y listos sin televisión y yo, también.

Algún informativo también instruye.

En conjunto, la tele nos quita mucho más de lo que nos da. Le aseguro que en mi familia no la hemos echado de menos.

¿Y la PlayStation?

También hace perder el tiempo a los niños y les aísla de los demás. Lo triste es que en los colegios, las grandes multinacionales tecnológicas han conseguido que esa juguetería digital absurda se confunda con habilidades. Las corporaciones han ganado billones y nuestros jóvenes han perdido neuronas y oportunidades.

Por ahora, esas habilidades digitales no dan a los jóvenes más empleo y sueldo.

Porque en realidad son muy secundarias y sólo sirven por sí solas para trabajos de tercera y mal pagados. Forman consumidores, pero, a la hora de la verdad, las habilidades que sí se requieren en un buen empleo se adquieren interactuando con los demás; aprendiendo juntos: leyendo, escribiendo y trabajando en equipo.

¿A qué edad la tecnología digital cree usted que deja de frenar el aprendizaje?

Mire, un smartphone no es diferente de un automóvil: ¿y verdad que no pone al volante a su hijo de doce años? Pues con un móvil y el acceso a internet, sus hijos también pueden aprender a matar y exponerse a criminales de los cinco continentes. Pero, sobre todo, pueden perder mucho precioso tiempo de formación.

Hoy mis alumnos en la universidad estaban tuiteando. ¿Les dejo o les digo algo?

Yo a los míos los echo de mis clases si sacan el móvil. Si quieren tuitear, que se queden fuera.

¿Y si son estudiantes multitarea?

Hay experimentos sólidos que demuestran que ni siquiera las mujeres son multitarea. Nadie lo es. Con un buen profesor en clase y ganas de aprender, lo demás sobra. 


Parados digitales

Ignoro si la tecnología digital ha mejorado la vida social, sentimental o intelectual de nuestros jóvenes, pero está claro que la laboral no. Porque, los veinteañeros de hoy, con todas sus habilidades digitales, tienen menos empleos y peor pagados que a su edad sus padres educados sin ordenadores. Así que la era digital no ha traído más prosperidad, sino vida low cost para todos excepto para los fundadores de las corporaciones tecnológicas que los han hecho billonarios. El doctor Spitzer añade que, aunque en Alemania hay más empleo juvenil que aquí, también está peor retribuido que cuando todos éramos analógicos y no teníamos 300 amigos en Facebook, sino sólo treso cuatro para charlar.

Nota: Este artículo fue publicado en La Vaguardia el 22.10.016 y su autor es Lluis Amiguet.